Llegó el momento de confesaros algo. Soy una de esas frikis flipadas con el mundo imaginario de Harry Potter y no podía dejar pasar la oportunidad de sacarme una fotito en el andén 9 y 3/4 de King Cross con mi carrito y con mi lechuza :) A los legos en la materia explicaros que este andén es el lugar en el que, según las novelas de JK Rowling, los estudiantes de magia tomaban el tren para acudir a la escuela de Hogwarths. Para acceder a él, los alumnos debían atravesar la pared a la carrera con sus carritos y demás material escolar confiando en no darse una buena toña contra el muro (hay que tener en cuenta que el andén 9 y 3/4 es un lugar oculto y no apto para muggles)
Para los que sois tan frikis como yo o simplemente viajáis con niños, deciros que el andén 9 y 3/4 se encuentra ubicado a la entrada de los andenes 9 y 11 (fuera de la zona en la que es necesario entrar con billete y justo antes de los tornos). Normalmente hay una cola de gente esperando para sacarse la mítica foto y un par de personas encargadas de organizarlo todo. Mientras una de ellas te coloca una bufanda (podéis elegir entre Gryffindor o Slytherin), la otra te saca una fotografía que después se puede comprar en la tienda oficial de Harry Potter que está al lado. En cualquier caso, no es necesario "cascar pasta" para llevarse un recuerdo del emocionante momento, ya que permiten que cada uno saque sus propias fotos sin coste alguno.
Dejando de lado mis pasiones literarias y mis confesiones frikis, vamos a centrarnos en lo que es el objeto de esta publicación que no es otro que contaros un poco nuestra visita al
Museo Británico. Al igual que la
National Gallery, este museo es de entrada gratuita. Abre diariamente de 10:00h. a 17:30h. excepto los viernes que no cierra hasta las 20:30h.
En su
página web se pueden consultar los distintos tipos de recorridos e itinerarios que tienen previstos:
recorrido de 1 hora,
recorrido de 3 horas,
objetos para ver con niños e incluso
muestras de la audioguía oficial (para que podáis comprobar si os compensa pagar los 5 euros que piden por ellas). También se ofrecen
visitas guiadas (en inglés) tanto gratuitas como de pago. El museo es gigantesco, así que se recomienda preparar la visita con antelación para aprovechar el tiempo lo máximo posible.
Tal y como hice en la última publicación al hablar de Westminster, y con el ánimo de no aburriros demasiado, me limitaré simplemente a comentar los cinco objetos del museo que considero imprescindibles en vuestra visita a Londres,
uséase, aquellos que no podéis dejar de contemplar (aunque sea por unos instantes) antes de abandonar la ciudad.
1. La Piedra de Rosetta (Ground floor, room 4)
Se trata sin duda del objeto más preciado de la colección. Formaba parte de una enorme estela egipcia cuyo origen se remonta al año 196 antes de Cristo. Permaneció olvidada durante siglos hasta que en el año 1799 un soldado francés la encontró durante la campaña napoleónica en Egipto en la ciudad de Rashid (Rosetta para los franceses). Posteriormente y tras la derrota de Napoleón, la piedra pasó a manos de los ingleses, quienes no dudaron en marcar sus laterales con la siguiente inscripción que aún se puede leer en la actualidad:
"captured by the British Army in 1801, presented by King George III" (es decir, "capturada por el ejército británico en 1801, presentada por el Rey Jorge III")
La importancia del hallazgo radica en que esta piedra fue la que proporcionó la clave para descifrar los antiguos jeroglíficos egipcios, cuyo significado se había perdido poco antes del fin del Imperio romano. Ello fue posible gracias a que la piedra de Rosetta contenía el mismo texto escrito en tres idiomas: en griego antiguo, en demótica egipcia y en escritura jeroglífica.
Desentrañar los misterios que encerraba la piedra de Rosetta no fue una tarea sencilla. De hecho, sus secretos permanecieron ocultos hasta el año 1822 (más de 20 años después de su hallazgo), fecha en la que un profesor francés, Jean François Champollion, logró descifrar las inscripciones contenidas en la piedra tras un arduo trabajo y una dedicación casi absoluta a esta tarea. Lo más curioso es que Champollion consiguió lo que otros no lograron basándose en el estudio de una copia en carboncillo del texto contenido en la piedra de Rosetta, ya que el nunca pudo contemplar la original en vivo y en directo. Se suele considerar una paradoja el hecho de que la piedra fuera incautada por los ingleses y que, a pesar de ello, fuera un francés el que lograra abrir la puerta a los más de 3.000 años de historia del antiguo Egipto.
Si tenéis curiosidad por saber qué es lo que dice exactamente la famosa piedra, lamento deciros que su contenido es un tanto aburrido. Se trata de un decreto aprobado por un consejo de sacerdotes que se dedica a hacer la pelota al faraón Ptolomeo V en el primer aniversario de su reinado. No obstante, si sois duros de mollera y os apetece regodearos con el texto completo podéis pinchar
AQUI.
2. Las esculturas del Partenón (Ground floor, room 18)
Son sin duda una de las colecciones estelares del museo. Como ya sabréis, se trata de una serie de esculturas procedentes del Partenón de Atenas, templo principal de la Acrópolis levantado en honor a Atenea, diosa de la sabiduría y protectora de la ciudad. Estas esculturas son también conocidas con el nombre de "los mármoles de Elgin" en referencia al Lord inglés que, de una forma un tanto irregular (por no ponerle otro adjetivo), las "sacó" de Grecia y las trajo a Inglaterra a principios del siglo XIX .
Dentro de este excepcional conjunto escultórico cuya realización fue dirigida por Fidias alrededor del año 450 a.C. es posible diferenciar tres tipos de piezas distintas. Por un lado, tendríamos los paneles procedentes del friso que recorría el exterior la
cella (o cámara interior) del Partenón y, por otro lado, estarían las esculturas de los frontones y las metopas del friso exterior. En cualquier caso y pese a lo que hayamos podido ver en diferentes películas hollywoodienses, hay que recordar que todas ellas se encontrarían pintadas en colores vivos tales como azul, rojo, verde y oro.
By Chris Evans, sin modificaciones,
https://www.flickr.com/photos/drumminhands/3665667749,
El
friso interior, como decíamos anteriormente, rodeaba la parte exterior de la
cella, lo que constituía una auténtica novedad en la época ya que nunca antes se había decorado esta zona en un templo de estas características con anterioridad. Representa una procesión religiosa en honor de la diosa Atenea que se celebraba cada cuatro años en la ciudad y que era conocida con el nombre de las Grandes Panateneas, un acontecimiento de máxima importancia que culminaba con la presentación del nuevo manto o "peplos" (túnica para los cristianos) que iba a cubrir la estatua de oro y marfil de Atenea que se custodiaba en el interior de la
cella. Se trata, por tanto, de la representación de una escena real en la que participa la sociedad ateniense que, si tenemos en cuenta su ubicación original, refleja el carácter humanista del arte griego ("el hombre es la medida de todas las cosas").
Si nos detenemos un poco a contemplar el friso, podremos distinguir la cabalgata con sus carros, jinetes y caballos seguido por un cortejo a pie (señal de proximidad al lugar sagrado) en el que participan músicos, ancianos portadores de ramas, conductores de animales que van a ser sacrificados (ovejas, carneros, terneras) y, finalmente, doncellas con ofrendas y ciudadanos de alto rango. En el centro del friso destacan los héroes de Atenas y los dioses, que aparecen sentados de forma elegante contemplando la escena y que son invisibles para los mortales.
Se dice que hay hasta 360 figuras de seres humanos representadas en el friso del Partenón, pero lo que más llama la atención de esta obra es que todos y cada uno de los personajes estén tan perfectamente cuidados y detallados, que todos sean diferentes entre sí y tengan su propia individualidad y que, a pesar de que sus creadores sabían que sus esculturas se situarían en el friso interior del templo (una zona alta situada tras la columnata y, por tanto, mal iluminada) no renunciaron a dar una gran calidad a su trabajo, el cual puede considerarse casi perfecto.
Por Carmen Escobar Carrio, sin modificaciones
https://www.flickr.com/photos/caracolquiscol/6648088373
Las
esculturas de los frontones que adornaban el exterior del Partenón rellenando los espacios triangulares en su lado este y oeste apenas han sobrevivido al paso del tiempo y a los conflictos de los hombres. Se sabe por fuentes antiguas que el frontón oeste representaba el nacimiento de Atenea, la diosa protectora de la ciudad e hija favorita de Zeus que, según la leyenda, nacería del cráneo de su padre un día que éste sufría un fuerte dolor de cabeza completamente armada y profiriendo un feroz grito de guerra. Gracias a estas mismas fuentes también se sabe que el frontón este simbolizaba la disputa entre Atenea y Poseidón por el dominio de la ciudad de Atenas.
La historia cuenta que la disputa entre la diosa de la sabiduría y el dios del mar llegó a oídos de Zeus y que éste decidió convocar un tribunal para resolver la cuestión. Determinaron que Atenas debía pertenecer al dios que pudiera lograr una mejor obra para los hombres. Así, Poseidón clavó su tridente en una roca de la que manó una fuente de agua, pero ésta resultó ser salada. Sin embargo, Atenea consiguió que del poder de su lanza naciera un olivo, cuyos frutos tienen múltiples usos, lo que le valió el triunfo sobre su rival.
Aunque no deja de ser interesante, defrauda comprobar lo poco que queda de estas grandiosas esculturas. Prácticamente todas ellas están descabezadas y serían imposibles de identificar si no fuera por las copias y dibujos antiguos que llegaron hasta nuestros días. Basta recordar que todo lo que sobrevivió se expone en esta sala a diferencia de los paneles del friso interior, algunos de los cuales se conservan también en el museo de Atenas y en el Louvre.
By Yair Haklai (Own work) [CC BY-SA 3.0
(http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0) or
GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)],
via Wikimedia Commons, sin modificaciones
Finalmente, las 92
metopas que originalmente decoraban el exterior de los cuatro costados del templo de Atenea venían a representar el triunfo de la civilización y de la racionalidad frente al caos y la barbarie. Aunque este es el tema de fondo común, lo cierto es que cada uno de los cuatro lados está dedicado a distintos contenidos. Así, en el lado norte aparecía representado el saqueo de Troya. En el sur, las batallas entre lapitas y centauros (Centauromaquia). El oriental simbolizaba la lucha entre los dioses y los gigantes (Gigantomaquia) mientras que en el occidental figuraba el combate entre los griegos y las amazonas (guerreras orientales que, según la leyenda, eran consideradas como las enemigas por antonomasia del pueblo griego).
La mayor parte de las metopas se encuentran muy dañadas o han desaparecido. En el museo británico se exponen 15 de las correspondientes al lado sur (Centauromaquia), las cuales representan el tema mitológico del cruento enfrentamiento entre los lapitas y los centauros que, conforme al relato clásico, se desataría a raíz de una simple boda (las reuniones familiares siempre fueron muy peligrosas...).
Según la leyenda, Piritoo, rey de los lapitas, invitó a su boda a sus primos los centauros, los cuales nunca habían bebido vino y no estaban acostumbrados al alcohol, por lo que se emborracharon y acabaron con un pedal memorable. En lugar de cantar el "Asturias patria querida" como haría cualquier hijo de vecino, a los centauros no se les ocurrió otra cosa que intentar violar y secuestrar a la novia y a algunas de las invitadas, lo que desencadenó un feroz combate en el que los lapitas resultarían vencedores. En resumen, la razón y los valores humanos triunfan sobre el arrebato y las bajas pasiones.
Muy imaginativos estos griegos, ¿verdad?
3. El moái Hoa Hakananai´a procedente de la isla de Pascua (Ground floor, room 24)
Perdida en medio del océano Pacífico y a más de 3.600 kilómetros de la costa chilena, la isla de Pascua es uno de los lugares habitados más remotos del planeta y también uno de los más misteriosos gracias a sus enigmáticas esculturas de piedra monolítica conocidas como moáis.
Se cree que los moáis fueron construidos por los antiguos habitantes de la isla (denominados rapanuis) entre el año 1000 y el año 1600 d.C. La mayoría fueron esculpidos en toba volcánica y originalmente tenían un tocado o sombrero de piedra rojiza (pukao). Sus ojos estaban decorados con coral blanco y obsidiana, lo que les dotaba de una fuerza sobrenatural. En realidad, los moáis representaban a los ancestros de los antiguos habitantes de la isla que, con su energía (o mana), les protegían de todo mal. Hay que tener en cuenta que los rapanuis llegaron a creer que ellos eran los únicos humanos que existían en la tierra y que el resto del planeta se había inundado. Debieron de sentirse muy solos e inseguros para depositar su confianza en estos gigantes de piedra de los que se calcula que existen alrededor de 900 ejemplares en la isla.
No obstante, el moái Hoa Hakananai´a que se exhibe en el museo británico se diferencia de los demás en varios aspectos que lo convierten en una pieza única y excepcional. Para empezar, esta figura fue construida en basalto y no en toba volcánica como era lo habitual. Fue encontrado en el interior de una vivienda ceremonial en Orongo (al sur de la isla) cuando lo normal es que los moáis se ubicaran al aire libre,ya sea mirando hacia el mar o hacia el interior de la isla. Además, Hoa Hakananai´a presenta en su espalda una serie de grabados e inscripciones muy posteriores a su construcción (que se data en el año 1200 d.C) y que nos hablan de un trágico suceso que aconteció en la isla de Pascua en el siglo XVII y que supuso un cambio radical en la vida de los isleños.
Antes hemos dicho que los moáis dejaron de elaborarse alrededor del año 1600 d.C y ello no es casual. En esta época la isla se encontraba sumida en el caos por culpa de la deforestación. Una vez que el último árbol fue talado, la vegetación se vio afectada, muchas especies se extinguieron, los rapanuis se vieron obligados a dejar de fabricar canoas y llegó la hambruna, y con ella el desorden, las guerras e incluso el canibalismo. Los moáis fueron maltratados, profanados y derribados con contadas excepciones como la de Hoa Hakananai´a. Su dorso se empleó entonces para inscribir los detalles de un nuevo culto que había surgido en la isla, que reemplazó a la adoración a los moáis tradicionales y que puso fin a los conflictos tribales trayendo consigo la paz y una nueva forma de vida. El culto al hombre pájaro había hecho acto de presencia.
El culto al hombre pájaro fue la ingeniosa, peligrosa y temeraria forma que la sociedad rapanui tuvo para poner fin a sus problemas tribales. Cada año y precisamente en Orongo (lugar en que fue hallado nuestro moái), los jefes de cada uno de los clanes designaban a uno de los suyos para que participara en una dura competición que serviría para elegir el clan que gobernaría la isla durante 12 meses y que, por tanto, tendría el dominio de los escasos recursos que a ésta le quedaban. Los participantes debían de descender 300 metros por los afilados acantilados de Orongo, cruzar a nado 2 kilómetros hasta uno de los pequeños islotes que rodean la isla (hay que tener en cuenta que son aguas con fuertes corrientes y, además, infestadas de tiburones), conseguir atrapar un huevo de gaviota y regresar a tierra con el huevo intacto. El campeón ganaría, como decíamos, el gobierno de la isla para su tribu y, además, sería honrado con el título de hombre pájaro (tangata manu), lo que suponía que debía afeitarse la cabeza, las cejas y las pestañas, vivir en soledad durante un año y, a lo largo de todo este tiempo, olvidarse de la higiene y dejarse crecer las uñas a modo de garras (horreure!)
Esto sí que era una prueba y no los debates televisivos de antena 3...
En la espalda de Hoa Hakananai´a se pueden distinguir dos figuras de hombre-pájaro con cuerpo de ave pero con extremidades humanas (manos y pies). Algunos investigadores han querido ver en estos grabados una representación de lo masculino (en la figura más alargada) y de lo femenino (en la más redondeada) dado que en la oreja derecha del moái se distingue una vulva (símbolo femenino de fertilidad) y en la izquierda un remo de doble pala (símbolo masculino de poder).
El moári de Hoa Hakananai´a fue "trasladado" a Londres por la nave inglesa HSM Topaze en el año 1868 y, desde entonces, se exhibe en la sala 24 del museo británico. Paradójicamente, el nombre de Hoa Hakananai´a significa en rapanui "amigo oculto o amigo robado". Se trata de una de mis piezas favoritas de este museo por todo lo que podemos aprender de ella y, muy especialmente, porque puede servir para concienciar a más de uno acerca de las consecuencias que puede tener la acción del hombre en la naturaleza.
4. Las momias del Antiguo Egipto (Upper floor, room 62-63)
Para los antiguos egipcios, la muerte implicaba la separación del cuerpo (elemento material) del
ka o energía vital y del
ba o alma espiritual (elementos inmateriales). Para que el
ka y el
ba permanecieran en el cuerpo del difunto y éste pudiera pasar a disfrutar de su vida en el más allá era preciso evitar la descomposición del cuerpo material. Es a partir de esta rebuscada idea que surgió la necesidad de momificar a los difuntos en el Antiguo Egipto.
En una primera etapa (antes del año 2.700 a.C) los cuerpos simplemente se depositaban en tumbas poco profundas que entraban en contacto directo con la arena del desierto y que generaban un proceso de momificación natural. La seca y ardiente arena absorbía la mayor parte del agua presente en el cuerpo humano y evitaba la multiplicación de las bacterias.
Posteriormente y cuando los cuerpos pasaron a enterrarse en cámaras profundas que impedían su "desecación natural", las técnicas de momificación se desarrollaron notablemente llegando a convertir esta disciplina en un auténtico arte. La ceremonia de embalsamamiento comprendía una serie de pasos. En primer lugar, los sacerdotes se encargaban de limpiar y perfumar el cuerpo del difunto para, a continuación, extraer sus órganos internos. El cerebro se sacaba a través de los agujeros de la nariz haciendo uso de un garfio de metal (ouch!). Los pulmones, el hígado, el estómago y los intestinos se extraían a través de una incisión en el abdomen. Curiosamente, el corazón se dejaba en su lugar ya que los egipcios creían que este órgano era la sede de los sentimientos, del pensamiento, de la conciencia y de la vida.
A continuación, los órganos eran momificados por separado y conservados en vasijas rituales conocidas como "jarras canópicas" (o vasos canopos) que contenían inscripciones dedicadas a los dioses mientras el cuerpo del difunto, relleno de mirra, aceites y hierbas aromáticas, se sumergía en natrón (una sal natural) durante varios días hasta lograr su desecación. Transcurrido el tiempo necesario, el cadáver era envuelto con vendas de lino y colocado en un ataúd de madera.
La colección de momias del Museo Británico es considerada la segunda más importante del mundo después de la comprendida en el Museo de El Cairo. Entre los numerosos ataúdes y momias que se ubican en las salas 62 y 63 del museo, destaca la conocida como
Momia de Katebet, la cual fue descubierta en 1820 en una tumba de Tebas en compañía de la momia de un hombre llamado Qenna que se sospecha que podría haber sido su marido.
El féretro de la momia de Katebet conserva el cuerpo de una mujer anciana y rica que actuaba en los rituales del templo de Amón realizando cánticos e interpretando música durante las ceremonias. Se trata de una de las favoritas del museo por sus espléndidos atuendos que incluyen una máscara dorada, una elaborada peluca y anillos (de verdad!) cuidadosamente colocados en los dedos de las manos talladas en la madera. En su estómago hay un pequeño escarabajo oscuro cuyo fin es protegerla en el momento de ser juzgada por los dioses y en la zona en la que deberían encontrarse sus rodillas encontramos una pequeña escultura en forma de momia (llamada
shabti) cuya función sería la de desempeñar los duros trabajos que podían ser exigidos a Katebet en el más allá. Además de ser una momia poco común presenta otra peculiaridad que ha llamado la atención de los egiptólogos y es que Katebet aún conserva intacto su cerebro pese a que, tal y como explicamos anteriormente, ello no era lo habitual en los rituales de momificación.
By Bram Souffreau (Flickr) [CC BY-SA 2.0
(http://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0)],
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5. El ajedrez de Lewis (Upper floor, room 40)
Otra parada obligada para los fans de la saga de Harry Potter. En la sala 40 de la planta superior del museo británico se exhiben las 82 piezas de ajedrez en las que se inspiró la película
Harry Potter y la piedra filosofal para recrear una de las pruebas mágicas a las que debían de enfrentarse sus protagonistas para conseguir acceder a la cámara en la que se custodiaba la legendaria piedra.
By Nachosan (Own work) [CC BY-SA 3.0
(http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)],
via Wikimedia Commons
Las piezas son conocidas como
"Lewis Chessmen" o
"Ajedrez de Lewis" en alusión al nombre de la isla escocesa en la que fueron encontradas. La fecha exacta de su descubrimiento se desconoce, pero se cree que fueron halladas alrededor del año 1831 por un campesino local, Malcolm McLeod, que descubriría el tesoro por pura casualidad cuando una de sus vacas pisó la duna bajo la que las maravillosas piezas se encontraban enterradas. La leyenda dice que McLeod se asustó pensando que se trataba de figuras diabólicas o provenientes del más allá y que pronto se deshizo de ellas vendiéndolas a un anticuario que las expondría al público por primera vez en Edimburgo antes de que fueran adquiridas por el Museo Británico.
Mayoritariamente se cree que las piezas fueron elaboradas en Noruega a finales del siglo XII y que se perdieron durante su transporte a Irlanda. Al tratarse de piezas correspondientes a varios juegos (se cree que forman parte de 4 o 5 sets distintos) es probable que pertenecieran a un mercader que quisiera venderlas allí y que, a causa de alguna incidencia, se viera obligado a enterrarlas en Lewis (isla que entonces pertenecía al reino de Noruega) para protegerlas.
Sea como fuere lo cierto es que el Ajedrez de Lewis destaca por su belleza y por ser uno de los pocos ejemplos de juegos de ajedrez medievales que han perdurado hasta nuestros días. La mayoría de las piezas fueron talladas en marfil de colmillo de morsa y, algunas de ellas, en dientes de ballena. Se encontraron restos de pintura roja en algunas de las figuras, por lo que se sospecha que los colores originales del juego eran el rojo y el marfil en lugar del blanco y negro actuales.
Dado que las piezas (con la sola excepción de los peones) tienen un aspecto humano, se ha querido establecer una correlación entre éstas y la sociedad medieval del siglo XII, considerándose que el Ajedrez de Lewis vendría a ser como una especie de representación en miniatura de todo lo que aquella representaba. Así, por una parte tendríamos a las figuras importantes: el rey, la reina, los obispos (equivalentes a nuestros alfiles) y los guerreros; es decir, los que gobiernan, los que luchan y los que rezan. Por otra parte, sin embargo, tendríamos a los peones; es decir, los siervos, los que trabajan. Éstos ni siquiera tienen representación humana (su figura es una especie de lápida, aunque alguna presenta bellas inscripciones) y suelen ser los primeros en caer en una partida.
Otra curiosidad destacable y que llama la atención de cualquiera que se detenga a contemplar estas preciosas figuras, es la expresión de tristeza y melancolía que parecen mostrar todas las piezas del juego con la única excepción de los guerreros vikingos o berserkers (el equivalente a nuestras torres), los cuales expresan su furia y su rabia mordiendo sus escudos de acuerdo con la tradición impuesta por las leyendas nórdicas.
Como dije al comienzo de esta publicación, la colección del Museo Británico es muy extensa y esto son solo unas pinceladas de lo que podéis encontrar en su interior. Existen otros muchos tesoros por descubrir y que merecen nuestra atención, pero si me detuviera con ellos no acabaría jamás, tendría que escribir un libro y empezar a cobrar derechos de autor (jeje).
Entre los más interesantes destacaría los
toros alados que custodiaban la entrada al
Palacio de Khorsabad (sala 10), la
máscara azteca de turquesa representando a Tezcatlipoca (sala 27), el
hombre de Lindow (sala 37), el
tesoro de Oxus (sala 52) o el
busto en bronce del emperador Octavio Augusto (sala 70).
Soy fan!!!
Agotados después de la caña que nos habíamos metido, decidimos hacer un último esfuerzo y culminar la velada en la feria de
Winter Wonderland en Hyde Park. La verdad es que el ambiente era increíble y, aunque en principio son atracciones dirigidas fundamentalmente a los niños, aún recuerdo el fiestón tipo "oktoberfest" que se estaban montando los ingleses bajo una carpa gigante (a beber no hay quien les gane...). Especialmente bonito me pareció el mercadillo de navidad con las casitas de estilo bávaro y su atmósfera festivalera.
No podía faltar el toque español
Tras brujulear un rato por la zona y zamparnos unas riquísimas
weisswurst (=las típicas salchichas blancas alemanas) nos encaminamos hacia nuestro hotel no sin antes decir adiós a nuestra última noche en Londres :(
Lo bueno es que aún nos quedaba la mañana del día siguiente para sacarle el máximo partido posible al Mercado de Portobello y a los grandes almacenes Harrods. Todo consuelo es poco :)
CONTINUARÁ...